Estoy ya de 35 semanas de embarazo desde este domingo, es decir, entré en el noveno mes de embarazo, al mismo tiempo que el Real Madrid ganaba su 31 liga, curiosa coincidencia, y a partir de aquí cualquier día puede ser el gran día como cantaba Serrat.
Esta época especial de mi vida os he de confesar que se me ha hecho larga. Éste ha sido uno de los inviernos más densos de mi vida, e intuyo que es por el hecho de que estoy en una constante cuenta atrás y que cada día tengo más ganas de ver la carita a mi retoño. Es extraño porque al mismo tiempo tengo miedo, me apremia la responsabilidad y a veces creo que no voy a poder con este reto de ser madre, pero otras en cambio me creo capaz de todo y lo veo de otro color, me siento como Superwoman, ya véis qué tonteria. Supongo que es culpa de las hormonas que me llevan trastocada todo este tiempo. Y también que la vida te cambia, debes prestar mucha atención a tu alimentación (aunque yo siempre he tenido la buena costumbre de comer muy sano) y cerrar los ojos cada vez que sale el anuncio de Donuts en televisión, debes olvidarte de los hábitos nocturnos (en mi caso de todos menos el dormir) y también el camino que lleva a tu bar de copas favorito, cada dos por tres te sometes a controles médicos ni que fueras a entrar en un equipo de élite substituyendo la ruta del sábado noche por la ruta del centro de salud (yo que era de las que nunca pisaba una consulta ni por casualidad) y de repente te ves todo el tiempo pensando en cómo será tu vida cuando ya no seamos dos en casa, sino tres, preparando el hogar dulce hogar para la aparación de un ser pequeñito y llorón, pero absolutamente adorable que será para ti toda la vida hasta que se independice a los 45 tacos pero siga viniendo a casa a por "tupperwares".
En cualquier caso y quitando la trascendencia evidente del momento lo más curioso es vivir lo cotidiano. Mis últimos días de trabajo en la empresa fueron agotadores, mi jornada típica de 8 horas se me antojaba titánica, de 20 horas por lo menos, y cada día llegaba a casa hecha trizas como si hubiera peleado contra hordas de orcos en los campos del Pelennor.
Pero dejé de trabajar la semana pasada y me relajé de golpe, fue como ir a un spa, pero más barato, sin ir, ya me entendéis, y aún con todo cualquier mínima tarea seguía siendo sumamente compleja. Agacharme para recoger la ropa de la lavadora en la postura correcta que la comadrona nos aconsejó y sin perder el equilibrio y caerme de bruces es hoy por hoy todo un reto diario.
Y algo tan simple como salir de compras o a hacer algunos recados es toda una operación de logística que cabe preparar con detalle y minucia antes de acometerla, porque sabes bien que como máximo cada hora tendrás que tener un baño disponible cerca si no quieres que una angustia vital se apodere de ti y un malestar irrefrenable ante tanta contención te vuelva loca.
Y ya no os cuento si se va al cine a ver la recomendación de Dext del viernes y como yo se os ocurre sentaros en los asientos del medio para no perder detalle, ja, ja, bien rodeados de público amable que perjura en arameo por lo bajín cada vez que te levantas a hacer tus necesidades y pasas por delante de sus morros.
La operación sofá es otro momento sin desperdicio del día. Ahora que puedo echo la siesta después de comer y por supuesto lo hago en ese preciado mueble de mi salón mientras el señor Rouzic y el tal Jousi de fondo se lo pasan teta puteando a los aspirantes de la fase final de Supermodelo en la versión fashion de "Vacaciones en el mar". Acostarse es simple, pero levantarse, eso es otro cantar, contando que a esa hora no tengo ningún brazo amigo que me ayude, ni ninguna grua que quepa dentro de mi piso. Es entonces cuando una se siente más ballena que nunca y menos mujer, y eso que sólo he engoradado 5 kg de peso en lo que llevo de embarazo de momento, que si llego a pillar 15, no sé lo que haría.
En fin pero la vida aún con todo es bonita y más bonita será si el parto es rápido, lo menos doloroso posible y sale todo bien, eso espero...
Esta época especial de mi vida os he de confesar que se me ha hecho larga. Éste ha sido uno de los inviernos más densos de mi vida, e intuyo que es por el hecho de que estoy en una constante cuenta atrás y que cada día tengo más ganas de ver la carita a mi retoño. Es extraño porque al mismo tiempo tengo miedo, me apremia la responsabilidad y a veces creo que no voy a poder con este reto de ser madre, pero otras en cambio me creo capaz de todo y lo veo de otro color, me siento como Superwoman, ya véis qué tonteria. Supongo que es culpa de las hormonas que me llevan trastocada todo este tiempo. Y también que la vida te cambia, debes prestar mucha atención a tu alimentación (aunque yo siempre he tenido la buena costumbre de comer muy sano) y cerrar los ojos cada vez que sale el anuncio de Donuts en televisión, debes olvidarte de los hábitos nocturnos (en mi caso de todos menos el dormir) y también el camino que lleva a tu bar de copas favorito, cada dos por tres te sometes a controles médicos ni que fueras a entrar en un equipo de élite substituyendo la ruta del sábado noche por la ruta del centro de salud (yo que era de las que nunca pisaba una consulta ni por casualidad) y de repente te ves todo el tiempo pensando en cómo será tu vida cuando ya no seamos dos en casa, sino tres, preparando el hogar dulce hogar para la aparación de un ser pequeñito y llorón, pero absolutamente adorable que será para ti toda la vida hasta que se independice a los 45 tacos pero siga viniendo a casa a por "tupperwares".
En cualquier caso y quitando la trascendencia evidente del momento lo más curioso es vivir lo cotidiano. Mis últimos días de trabajo en la empresa fueron agotadores, mi jornada típica de 8 horas se me antojaba titánica, de 20 horas por lo menos, y cada día llegaba a casa hecha trizas como si hubiera peleado contra hordas de orcos en los campos del Pelennor.
Pero dejé de trabajar la semana pasada y me relajé de golpe, fue como ir a un spa, pero más barato, sin ir, ya me entendéis, y aún con todo cualquier mínima tarea seguía siendo sumamente compleja. Agacharme para recoger la ropa de la lavadora en la postura correcta que la comadrona nos aconsejó y sin perder el equilibrio y caerme de bruces es hoy por hoy todo un reto diario.
Y algo tan simple como salir de compras o a hacer algunos recados es toda una operación de logística que cabe preparar con detalle y minucia antes de acometerla, porque sabes bien que como máximo cada hora tendrás que tener un baño disponible cerca si no quieres que una angustia vital se apodere de ti y un malestar irrefrenable ante tanta contención te vuelva loca.
Y ya no os cuento si se va al cine a ver la recomendación de Dext del viernes y como yo se os ocurre sentaros en los asientos del medio para no perder detalle, ja, ja, bien rodeados de público amable que perjura en arameo por lo bajín cada vez que te levantas a hacer tus necesidades y pasas por delante de sus morros.
La operación sofá es otro momento sin desperdicio del día. Ahora que puedo echo la siesta después de comer y por supuesto lo hago en ese preciado mueble de mi salón mientras el señor Rouzic y el tal Jousi de fondo se lo pasan teta puteando a los aspirantes de la fase final de Supermodelo en la versión fashion de "Vacaciones en el mar". Acostarse es simple, pero levantarse, eso es otro cantar, contando que a esa hora no tengo ningún brazo amigo que me ayude, ni ninguna grua que quepa dentro de mi piso. Es entonces cuando una se siente más ballena que nunca y menos mujer, y eso que sólo he engoradado 5 kg de peso en lo que llevo de embarazo de momento, que si llego a pillar 15, no sé lo que haría.
En fin pero la vida aún con todo es bonita y más bonita será si el parto es rápido, lo menos doloroso posible y sale todo bien, eso espero...
Comentarios
Ánimo para lo poquito que ya te queda. Y que todo salga genial.
Qué poco te queda.
Te digo como el impenitente (que todavía leo cada vez: impertinente) Duerme, duerme y duerme!!! Y levántate tardeeee.
Hoichi: Gracias también a ti guapo!
Dext: Xdddd ¿pero qué les has hecho a tus padres?
Impenitente: Lo intento, lo intento, trato de dormir mucho, sino fuera que tengo que levantarme cada dos por tres al baño, que yo creo que ya es un entrenamiento para cuando tenga que levantarme a atender al peque, jeje!
Pi: Joooo 20 kilazos qué pasada no? No me quiero imaginar cómo debías estar, xdddd!!
"Nosotros estamos haciendo una encuesta," dice ella, en broma. "¿Crees que debería tener un bebé?"
"Cambiar tu vida" digo, cuidadosamente manteniendo mi tono neutral."Yo sé" dice, "no más fiestas los fines de semana, no más vacaciones espontáneas..."
Pero eso no es en lo absoluto lo que yo quise decir. Miro a mi hija, intentando decidir qué decirle. Quiero que sepa lo que ella nunca aprenderá en clases de parto. Quiero decirle que las heridas físicas por dar a luz un niño sanarán, pero que el volverse madre la dejará con una herida emocional tan profunda por la cual ella será vulnerable para siempre.
Pienso en advertirle que ella nunca leerá de nuevo un periódico sin preguntarse "¿Y si eso le hubiera pasado a mi niño?" Que cada accidente de aviación, cada incendio en una casa la obsesionará. Que cuando vea fotos de niños hambrientos, se preguntará si algo podría ser peor que vivir la muerte de su niño.
Yo la miro cuidadosamente, sus uñas finamente pintadas y el traje elegante y pienso que no importa cuan sofisticada ella sea, el convertirse en madre la reducirá al nivel primitivo de una osa que protege su cachorro.
Que una llamada urgente de "¡Mamá!" le hará dejar caer un soufflé o su mejor cristal sin vacilar por un momento.
Siento que debo advertirla que no importa cuántos años ella haya invertido en su carrera, ésta se descarrilará profesionalmente a causa de su maternidad.
Ella podrá hacer los arreglos para dejar al niño en casa al cuidado de una niñera, pero un día irá en camino de una reunión de negocios importante y recordará el dulce olor de su bebé, y tendrá que usar cada gramo de su disciplina para no correr a casa, sólo para asegurarse que su bebé está bien.
Yo quiero que mi hija sepa que las decisiones cotidianas ya no serán rutina. Que el deseo de un niño de cinco años de ir al baño de hombres y no al de mujeres en McDonald se volverá un dilema mayor.
Que justo allí, en medio del ruido de bandejas y niños gritando, los problemas de independencia e identidad de sexo serán sopesados contra la perspectiva de que haya un abusador de niños acechando en ese baño.
No importa cuan decisiva pueda ser ella en su trabajo, se criticará a sí misma constantemente en su papel de madre. Mirando a mi hija tan atractiva, quiero asegurarle que en el futuro ella perderá los kilos de más del embarazo, pero nunca se sentirá igual sobre ella misma. Que su vida, ahora tan importante, será de menos valor para ella una vez que tenga un niño.
Que ella renunciaría a ésta en un momento por salvar sus hijos, pero que también empezará a desear más años, no para lograr sus propios sueños, sino para ver a sus hijos lograr los suyos.
Yo quiero que ella sepa que una cicatriz de cesárea o las estrías se convertirán en insignias de honor. La relación de mi hija con su marido cambiará, pero no de la manera que ella piensa. Deseo que ella pudiera entender cuánto más uno puede amar a un hombre que tiene cuidado para empolvar a su bebé o que nunca duda para jugar con su niño. Yo pienso que ella debería saber que se sentirá de nuevo completamente enamorada de él por razones que ahora encontraría muy poco románticas.
Yo deseo que mi hija pudiera darse cuenta del lazo que ella sentirá con mujeres a lo largo de historia que han intentado detener guerras, discriminación y borrachos al volante.
Espero que ella entienda por qué yo puedo pensar racionalmente sobre la mayoría de los problemas, pero ponerme como loca cuando discuto sobre la amenaza que supone una guerra nuclear en el futuro de mis hijos.
Yo quiero describir a mi hija la euforia de ver a su niño cuando aprenda a montar una bicicleta. Quiero capturar para ella las carcajadas de un bebé que está tocando la piel suave de un perro o un gato por primera vez. Quiero que saboree la dicha que es tan real, que de hecho duele.
La mirada interrogativa de mi hija me hace caer en cuenta de las lágrimas que se han formado en mis ojos.
"Nunca te arrepentirás de ello" digo finalmente.
UNA FORTA ABRAÇADA!
Estoy segura de que eres y serás la mejor de las Mamas que tu pequeño puede soñar tener.
Ya tienes mi email,por si necesitas algo...puedes contar conmigo.
UNA FORTA ABRAÇADA!
Un besazo Amelia!