Salir de fiesta por el casco antiguo los jueves era de lo mejor en mis años universitarios. No lo hacía a menudo pero de vez en cuando me apuntaba al plan. Y en una de aquellas noches te conocí. Aquella noche.
Había estado cenando con un grupo de amigos de la facultad un bocata de calamares y una cerveza en un bareto cutre del centro tras una agotadora jornada de clases. Rematamos la faena con unas rondas de calimocho en el mismo lugar para después continuar la juerga en nuestros bares de copas habituales, donde sólo bailábamos porque de beber nada, nuestro bolsillo estudiantil no podía permitirse semejantes lujos.
Entramos en "El Patio", uno de mis bares favoritos por el tipo de música que pinchaban sus DJ's: Suede, Oasis, Greenday, The Cure,... Nos instalamos en la zona de altavoces para poder dejar encima cómodamente las chaquetas, aún hacía frío, era marzo.
La media de edad del local mi grupo la bajaba considerablemente, todos rondábamos los 20, tu grupo en cambio la subía claramente, todos habiáis pasado los 35.
Al principio ni me fijé que estabas allí pero tú sí que te fijaste en mí. Y lo evidenciaste parándote "accidentalmente" en la salida del baño cuando yo pasaba por allí.
- Perdona. - Me soltaste.
- Perdonado. - Te respondí.
Y hábilmente captaste mi atención y entablaste una conversación de lo más casual conmigo en aquel bar, "El Patio", siempre recordaré su nombre.
Pasamos la noche charlando de todo y de nada, de cine sobre todo de Woody, de literatura sobre todo de Auster, de fútbol aquí Barça y Real Sociedad fueron los protagonistas, de atletismo una de tus pasiones, de mi pequeño pueblo, de tu maravillosa ciudad. Me olvidé de mis problemas, de lo harta que estaba de mi entonces novio, de todo. Tú al parecer también te olvidaste de tu mujer.
Tus compañeros de congreso se largaron del bar, mis amigos de la facultad también, nos quedamos solos ajenos a todo lo que nos rodeaba, era nuestra noche.
Decidí darte un tour turístico por aquella ciudad, que por entonces era mi casa y que para ti sólo era un lugar por descubrir. Anduvimos por las calles desiertas en medio de la invernal noche pero ni tú ni yo sentíamos frío.
Casi apuntaba el día cuando decidimos despedirnos. Me acompañaste a mi portal y mientras un taxi te esperaba para regresarte de vuelta al hotel me plantaste un beso inocente en cada mejilla. Esos besos siguen grabados a fuego en ellas. Intercambiamos las señas, teléfono y dirección postal, no había mails ni móviles entonces.
Y ahí empezó la segunda parte...
CONTINUARÁ.
Había estado cenando con un grupo de amigos de la facultad un bocata de calamares y una cerveza en un bareto cutre del centro tras una agotadora jornada de clases. Rematamos la faena con unas rondas de calimocho en el mismo lugar para después continuar la juerga en nuestros bares de copas habituales, donde sólo bailábamos porque de beber nada, nuestro bolsillo estudiantil no podía permitirse semejantes lujos.
Entramos en "El Patio", uno de mis bares favoritos por el tipo de música que pinchaban sus DJ's: Suede, Oasis, Greenday, The Cure,... Nos instalamos en la zona de altavoces para poder dejar encima cómodamente las chaquetas, aún hacía frío, era marzo.
La media de edad del local mi grupo la bajaba considerablemente, todos rondábamos los 20, tu grupo en cambio la subía claramente, todos habiáis pasado los 35.
Al principio ni me fijé que estabas allí pero tú sí que te fijaste en mí. Y lo evidenciaste parándote "accidentalmente" en la salida del baño cuando yo pasaba por allí.
- Perdona. - Me soltaste.
- Perdonado. - Te respondí.
Y hábilmente captaste mi atención y entablaste una conversación de lo más casual conmigo en aquel bar, "El Patio", siempre recordaré su nombre.
Pasamos la noche charlando de todo y de nada, de cine sobre todo de Woody, de literatura sobre todo de Auster, de fútbol aquí Barça y Real Sociedad fueron los protagonistas, de atletismo una de tus pasiones, de mi pequeño pueblo, de tu maravillosa ciudad. Me olvidé de mis problemas, de lo harta que estaba de mi entonces novio, de todo. Tú al parecer también te olvidaste de tu mujer.
Tus compañeros de congreso se largaron del bar, mis amigos de la facultad también, nos quedamos solos ajenos a todo lo que nos rodeaba, era nuestra noche.
Decidí darte un tour turístico por aquella ciudad, que por entonces era mi casa y que para ti sólo era un lugar por descubrir. Anduvimos por las calles desiertas en medio de la invernal noche pero ni tú ni yo sentíamos frío.
Casi apuntaba el día cuando decidimos despedirnos. Me acompañaste a mi portal y mientras un taxi te esperaba para regresarte de vuelta al hotel me plantaste un beso inocente en cada mejilla. Esos besos siguen grabados a fuego en ellas. Intercambiamos las señas, teléfono y dirección postal, no había mails ni móviles entonces.
Y ahí empezó la segunda parte...
CONTINUARÁ.
Comentarios