Hace seis años escribí esta entrada en mi blog sobre Cinema Paradiso. Perfectamente la podría volver a escribir hoy. Tal cual, exacta, idéntica, porque lo que sentía entonces lo sigo sintiendo ahora. Si amo el cine tanto es sin duda porque existen películas como ésta.
El domingo la volví a ver en La Sexta 3. Era la enésima vez. No me canso. Cada visionado es como el primero. Emocionante. Único. Intenso. Maravilloso. Escucho las primeras notas de la melodía que para este film compuso Ennio Morricone y se me eriza el vello de todo el cuerpo. Adoro todos y cada uno de los personajes pero sin duda Toto es el que más me conmueve. Y os contaré por qué.
Mi padre que fue la persona que me enseñó a amar el séptimo arte y la persona que me descubrió también esta película siempre decía que en Toto había mucho de él. Él también había crecido en la posguerra en un pequeño pueblo con miseria y penurias. Había sido un fanático del cine y se había colado mil y una veces en la sala del operador del cine del pueblo para ver cómo trabajaba. Años después trabajó allí los fines de semana y era yo la que pequeña me colaba en él y jugueteaba en su ambigú.
Recuerdo que con cada fotograma clásico que aparece en la pantalla del Paradiso mi padre nombraba sin equivocarse cada uno de los actores y la película de la que se trataba. Sabía mucho de cine. Se notaba que los ojos de Toto habían sido también los suyos en cierto modo. Por eso cuando la veo imagino a mi padre.
Le echo de menos. Me gustaría volver a verla junto a él para no perderme ningún detalle. Oigo dentro de mí su voz, explicándome sus propias historias en su particular "Cinema Paradiso". Esa película es más que una película para mí. Me transporta sensaciones inexplicables. Y me une a mi padre de un modo especial, aunque él ya no esté. Me gustaría poder hacer lo mismo con mis hijos. Transmitirles mi pasión por el cine del mismo modo. En ello estoy. Y es que cuando veo películas como ésta me siento tan cerca de esa persona que ya he perdido.
El domingo la volví a ver en La Sexta 3. Era la enésima vez. No me canso. Cada visionado es como el primero. Emocionante. Único. Intenso. Maravilloso. Escucho las primeras notas de la melodía que para este film compuso Ennio Morricone y se me eriza el vello de todo el cuerpo. Adoro todos y cada uno de los personajes pero sin duda Toto es el que más me conmueve. Y os contaré por qué.
Mi padre que fue la persona que me enseñó a amar el séptimo arte y la persona que me descubrió también esta película siempre decía que en Toto había mucho de él. Él también había crecido en la posguerra en un pequeño pueblo con miseria y penurias. Había sido un fanático del cine y se había colado mil y una veces en la sala del operador del cine del pueblo para ver cómo trabajaba. Años después trabajó allí los fines de semana y era yo la que pequeña me colaba en él y jugueteaba en su ambigú.
Recuerdo que con cada fotograma clásico que aparece en la pantalla del Paradiso mi padre nombraba sin equivocarse cada uno de los actores y la película de la que se trataba. Sabía mucho de cine. Se notaba que los ojos de Toto habían sido también los suyos en cierto modo. Por eso cuando la veo imagino a mi padre.
Le echo de menos. Me gustaría volver a verla junto a él para no perderme ningún detalle. Oigo dentro de mí su voz, explicándome sus propias historias en su particular "Cinema Paradiso". Esa película es más que una película para mí. Me transporta sensaciones inexplicables. Y me une a mi padre de un modo especial, aunque él ya no esté. Me gustaría poder hacer lo mismo con mis hijos. Transmitirles mi pasión por el cine del mismo modo. En ello estoy. Y es que cuando veo películas como ésta me siento tan cerca de esa persona que ya he perdido.
Comentarios
A mí me encanta el cine y esta película me pareció muy, pero que muy especial. Por cierto, que me has despertado las ganas de volver a verla... ;-)
Un abrazo grande. Una entrada preciosa.