La semana pasada hablábamos por aquí de la dura cuesta de septiembre. El reencuentro con la rutina y la vida escolar no estaba siendo igual que otros años, y así lo percibía en el ambiente de mi casa. La intuición de una madre no falla, y el viernes me di cuenta de que realmente algo estaba fallando.
Mi mayor al que se le había escapado el pipí dos veces en clase durante la semana había vuelto a salir del colegio con ropa cambiada. Signo evidente de que se había vuelto a mear encima. Al darme cuenta perdí los nervios, me obnubilé y en contra de todos mis preceptos y sentimientos le grité y amenacé con castigarle. Sí hice lo que nunca debe hacerse. Hasta mi socio se quedó a cuadros ante mi reacción.
Al pasar unos minutos me serené y vi cuánto me había equivocado al perder los estribos de aquella manera. Mi hijo si estaba asustado al salir de clase, ahora aún lo estaba más.
Por la noche ya en la cama, en nuestro espacio de confidencias, intenté preguntar qué tal había ido en el colegio siguiendo las pautas de un artículo interesante que leí esta semana en internet. La primera pregunta fue qué era lo más divertido que había hecho y su decepcionante, para mi, respuesta fue nada. Entonces empecé a tirar del hilo y allí mismo él me confesó que no le gustaba el cambio a primaria.
Supongo que él nota este desconetento después de estar tres años seguidos en la misma clase y casi siempre con la misma tutora, excepto por las bajas médicas que ha cogido, a pasar a estar en la parte de los mayores, en otra clase, con otra profesora, con otras rutinas, en fin, imagino que se siente abrumado y no está a gusto. Me confesó que tiene vergüenza de pedir ir al baño de ahí que apure tanto y se lo haga encima. En fin que pude vislumbrar que este inicio de curso está siendo más complicado de lo esperado y que mi hijo lo está pasando mal.
Me quedé muy disgustada y preocupada, y reconozco que en ese momento entristecida también. Al día siguiente veía todo mucho más claro, había que ayudarle a pasar esta adaptación con todo el cariño y apoyo del mundo. Y en esas estamos. Hoy le he acompañado yo al colegio y le he dicho que esté tranquilo y que pida ir al baño con total confianza a su nueva profesora. A ver esta tarde qué me cuenta cuando vuelva a verlo.
Mi mayor al que se le había escapado el pipí dos veces en clase durante la semana había vuelto a salir del colegio con ropa cambiada. Signo evidente de que se había vuelto a mear encima. Al darme cuenta perdí los nervios, me obnubilé y en contra de todos mis preceptos y sentimientos le grité y amenacé con castigarle. Sí hice lo que nunca debe hacerse. Hasta mi socio se quedó a cuadros ante mi reacción.
Al pasar unos minutos me serené y vi cuánto me había equivocado al perder los estribos de aquella manera. Mi hijo si estaba asustado al salir de clase, ahora aún lo estaba más.
Por la noche ya en la cama, en nuestro espacio de confidencias, intenté preguntar qué tal había ido en el colegio siguiendo las pautas de un artículo interesante que leí esta semana en internet. La primera pregunta fue qué era lo más divertido que había hecho y su decepcionante, para mi, respuesta fue nada. Entonces empecé a tirar del hilo y allí mismo él me confesó que no le gustaba el cambio a primaria.
Supongo que él nota este desconetento después de estar tres años seguidos en la misma clase y casi siempre con la misma tutora, excepto por las bajas médicas que ha cogido, a pasar a estar en la parte de los mayores, en otra clase, con otra profesora, con otras rutinas, en fin, imagino que se siente abrumado y no está a gusto. Me confesó que tiene vergüenza de pedir ir al baño de ahí que apure tanto y se lo haga encima. En fin que pude vislumbrar que este inicio de curso está siendo más complicado de lo esperado y que mi hijo lo está pasando mal.
Me quedé muy disgustada y preocupada, y reconozco que en ese momento entristecida también. Al día siguiente veía todo mucho más claro, había que ayudarle a pasar esta adaptación con todo el cariño y apoyo del mundo. Y en esas estamos. Hoy le he acompañado yo al colegio y le he dicho que esté tranquilo y que pida ir al baño con total confianza a su nueva profesora. A ver esta tarde qué me cuenta cuando vuelva a verlo.
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